UN COLE DIFERENTE

Colegios hay muchos, tantos como barcos surcan los mares. Algunos tienen más o menos alumnos y alumnas; más o menos profesores y profesoras. Más o menos recursos o actividades. Pero todas esas cosas quizá no sean tan importantes como a veces pensamos. En estos días, a punto de iniciar un nuevo curso escolar, sería necesario preguntarse ¿es nuestro cole, un cole diferente?.

Da igual si se trata de un centro público o concertado. En ambos parece fundamental dotar de una identidad educativa especial al centro. Que no viene definida por el hecho de enseñar matemáticas, lengua, religión o plástica. Por tener un equipo directivo muy formado o hiper-exigente, un claustro super-majo ni una página web megaguay o un twitter "escaparate" donde se va "vendiendo" cada cartulina que realizan los/as alumnos/as, aunque no se dedique tanto tiempo a otras tareas como programar, corregir, atender a las familias o cuestionar el ejemplo que damos fuera y dentro del centro. 

Tampoco la identidad del centro puede estar totalmente definida por practicar cierta espeleología educativa o la costumbre innovista de subirse al carro de la moda....de planes de calidad, de inteligencias múltiples, proyectos bilingües, intercambios, pizarras laser....etc, que resultan ser arriesgados y hasta frustrantes al no calibrar con prudencia las propias fuerzas para llevarlos a buen puerto, la demanda real y sobretodo no convertirlos en una especie de eslogan publicitario para subir la matrícula, pues como toda publicidad, puede no ser oro todo lo que reluce.  

Aunque, todo lo anterior fuera realmente importante y hasta necesario para educar más y mejor a nuestros alumnos y alumnas, lo que de verdad construye la identidad genuina, especial y carismática de un cole diferente no son las cosas, sino las personas y cómo éstas realizan su responsabilidad. Pues de qué sirve enseñar una materia si no se educa en el respeto. O para qué se apuesta por un proyecto educativo si lo único que genera es enfrentamiento o desilusión entre quienes lo llevan a cabo. ¿No resulta inapropiado un colegio con valores religiosos que tenga un trato abusivo con sus trabajadores, que sólo busque alumnos y alumnas de élite, que no refleje Evangelio en su acogida o en una atención de caridad (verdadero sello de calidad evangélica) con sus alumnos/as necesitados/as incluso con predilección en volcarse con los/as más "problemáticos y problemáticas"?.

Invertir en valores; pararse a diseñar qué mensajes de futuro queremos transmitir; revisar lo que se hace a los ojos del Carisma, de los Derechos Humanos, del Evangelio o de cualquiera que sea el faro que guía la razón de ser de nuestro barco-cole, no sólo será garantía de un cole que no defrauda en lo fundamental; sino que, más pronto que tarde, generará ideas positivas, esperanza, solidaridad, espíritu de trabajo en equipo, sentido de compromiso y trascendencia. Por todo ello, llega la hora de motivar, dar ejemplo, transmitir ilusión, celebrar, crecer en confianza y dejar ya de ser una empresa más de la educación, para ser un cole diferente que acompañe y eduque a personas diferentes. Ánimo, feliz curso y a remar mar adentro...

CONTRADICCIONES

Algunos ejemplos de "contradicciones: no practicar lo que se predica; decir algo y hacer justamente lo contrario; criticar a otros algo que en el fondo sabemos que no es cierto; engrandecer los errores de otros para destacar con nuestros pequeños aciertos; no tener principios o palabra; ir a contracorriente para molestar o dañar a alguien; mentir con el ánimo de que otras personas sean mal vistas; aquellas que simplemente se comportan o expresan de forma contraria a lo esperado o éticamente correcto, según quien lo exponga. 


Hay contradicciones evidentes y otras, que son sólo aparentes. Lejos de intentar "juzgar" o "quitar hierro" a cada situación, debemos reconocer que las contradicciones son parte de la vida. Negar esto sería tan absurdo y contradictorio, como afirmar que, por ello, debemos creer que la "contradicción" debe ser uno de los principios educativos que han de guiar nuestro comportamiento.

San Pablo afirmó que Jesús era "signo de contradicción", pero no por ello estaba proponiendo que para ser cristiano fuera necesario aceptar la anarquía. Sino que, ciertamente, Jesús con su modo de pensar y de actuar, fue un ejemplo de cómo vivir de forma diferente sin dejar de ser coherente, fiel, íntegro, honesto y humilde, por mucho que algunos se empeñaran en verlo de forma totalmente "contraria" o "contradictoria" a lo social, política y religiosamente aceptado a su alrededor. Quienes en el fondo estaban siendo contradictorios, fueron sus "jueces".

Lo verdaderamente educativo y costoso no es "denunciar" y "señalar con el dedo" las contradicciones que creamos ver, acertada o desacertadamente, en los demás; sino más bien educar nuestra razón y nuestro corazón para dilucidar si esa contradicción, aún por nefasta que sea, puede hacernos crecer en la misma coherencia, fidelidad, honestidad y humildad que echamos de menos. Más aún, cuando somos nosotros los "señalados" como incoherentes, infieles, mentirosos y prepotentes, tendremos la gran oportunidad de aprender a perdonar, sanar y olvidar. Pues normalmente a Quién o quienes nos aman y nos importan de verdad, nada hay que justificar o demostrar. 

También, aunque sea difícil, puede aprender algo bueno quien se contradice, pues más allá de exponerse a la opinión de los demás, se expone sobretodo a su propia conciencia; teniendo la oportunidad de valorar, al menos, el gran tesoro de su libertad; una conciencia libre que le invita constantemente al buen camino. También, la paz y tranquilidad espiritual, que en el fondo sabe, que sólo experimentan quienes no se contradicen, pues más allá de lo que parezca, se critique, se aparente o pensemos; el Amor nunca se contradice. 

Aún más, como dijo también San Pablo: "El Amor es paciente, afable, no tiene envidia, no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites y todo lo soporta". Quizá la mayor contradicción sea entonces "predicar", "hablar" o "juzgar" sobre el don del Amor, sin haber vivido y experimentado con una entrega intensa y generosa cada una de estas palabras. 

Por lo tanto, quien ama no se contradice, aunque haya quien se empeñe en que así lo parezca. 

LO NUESTRO, IMPORTANTE

¿Que es lo más importante para cada uno/a de nosotros/as? Un quién, un qué, un depende de, un ojalá, aquello que pasó, una meta, un quizá...etc. Sea quien sea o lo que sea, debemos aprender a valorar lo que tenemos más que lo que no tenemos. Ello no quiere decir que no sean importantes y necesarios los sueños o propósitos de futuro. Sólo que, a veces, nos centramos tanto en lo que deseamos tener que no reparamos en valorar lo que ya es nuestro. Como suele decirse, que los árboles no nos impidan ver el bosque.

Ciertamente hay situaciones que generan un vacío, un dolor o una necesidad, tales como el aislamiento, la ausencia de amor compartido en pareja, falta de afecto familiar, una débil autoestima, una espiritualidad inmadura, una salud delicada, una pérdida irreparable, decepciones en cuanto al trabajo, los/as amigos/as...etc. Y éstas, sólo nos llevan a aspirar hacia lo que no tenemos perdiendo hasta lo que se nos había regalado, a beber de aguas oscuras que jamás saciarán nuestra sed y a soñar con una felicidad que no es más que una vana ilusión.

Pues el amor, la felicidad, la paz interior se conjugan en presente y en plural. Creemos, amamos, acompañamos, reímos, sentimos, soñamos, vivimos, experimentamos, educamos, ayudamos, escuchamos, abrazamos, trabajamos, cambiamos, perdonamos y pedimos perdón. 

Aquello verdaderamente importante, que forma parte de nuestro día a día, pero que precisamente por eso, no solemos valorarlo como se merece; se transforma en algo más grande y fundamental que aquellos vacíos. Lo que nos sostiene, da fuerza, confianza y nos empuja a no rendirnos...es ya un hermoso tesoro que debemos apreciar y acrecentar. Sin por ello tener que renunciar, a que algún día alcancemos lo que, hoy por hoy, nos parece imposible. 

HABLAR O CALLAR

Cuándo hablar o cuándo callar. Qué decir y cómo decirlo. Qué silenciar y porqué hacerlo. Qué debemos comunicar aunque no sea políticamente correcto o qué hubiéramos preferido no haber tenido que hacer público, por evitar ser señalado, pero no parece que haya otro camino que denunciar en voz alta para cambiar las cosas. 

Éstos son aprendizajes muy difíciles e importantes; tanto, que nunca tendremos la sensación de haberlos aprendido totalmente o de llevarlos a cabo cómo hubiéramos deseado. 

Siempre habrá quien, para hacer daño o justificar su actitud, utilice hasta nuestras propias palabras, intente sacarlas de contexto, omita parte del discurso o directamente lo tergiverse en su beneficio. De ahí que haya tanta "prudencia" y "se midan las palabras" a la hora decir las cosas como son, o al menos, con la suficiente libertad a como las concebimos; que no quiere decir que no podamos estar algo equivocados, pero al menos tendríamos que tener el derecho y la sensación de poder hablar con suficiente libertad. Pero, no toda libertad de expresión es buena por el hecho de serlo, pues, puede haber supuestas libertades que atenten contra los demás. Y no todas las palabras se pronuncian con igual respeto y tolerancia, pudiendo herir más que los golpes.

Pero no da mejor fruto el que germina de todo lo que nos condiciona a mantener la boca cerrada y a no poder expresarnos como somos. De ahí, los silencios cómplices, los que no se mojan nunca, quienes quieren agradar y quedar bien con todos, quienes adornan las mentiras con medias verdades y quienes se comportan como cobardes incluso ante injusticias.

Hay quienes optan por el camino de un silencio discreto y prudente, hasta que la injusticia es tan nítida, que ello les hace "hablar aún sin palabras" con una claridad y valentía tales, que sorprenderán a quienes se aprovecharon de aquella pacífica actitud y se confiaron en que su poder sería tan grande que daría inmunidad a sus negligentes o malas acciones. Algunos parecen no querer darse cuenta que el propio ejemplo es la palabra más poderosa y el silencio más elocuente.



Posiblemente, hablar o callar ciertas cosas, sea uno de nuestros retos más cotidianos, de ahí que no esté de más hacer alguna reflexión educativa sobre ello. Por lo cual, cabe que nos tomemos el tiempo necesario para responder con sinceridad a alguna de estas cuestiones, sobre todo con las que más nos identifiquemos:

¿Qué guardas en tu corazón, que jamás pronunciaran tus labios? ¿Cuál es la razón o cuáles son las razones de tu silencio?. ¿Pueden tus palabras o silencios repercutir en quienes amas?.
¿Crees que por hablar o callar, tendrás más problemas? ¿Qué hará que te sientas mejor y más coherente contigo mismo/a?.
Por difícil que pueda parecer, sólo hay un camino para acabar con la iniquidad, el mal y la injusticia, denunciarlas. ¿Habrá algún camino para no ser cómplice con el silencio ni temerario con las palabras?. 

SER QUIENES SOMOS

Por mucho que se intente, no será nada fácil entender porqué hay gente que se cree por encima del resto de la gente. No más inteligentes o capaces para realizar algo por habilidad; sino simplemente “superiores”, como por encima del bien y del mal. Embriagados por su petulante arrogancia, seguros desde sus palacios de poder, creyéndose semidioses por su dinero o por su posición jerárquica. Resulta increíble cómo olvidan o pretenden ignorar que todos somos iguales en dignidad. Y te marcan quién debes ser o cómo debes comportarte.

Por ingenuo que suene, cuesta aceptar que haya personas que no sean buenas por naturaleza. Aunque pueda sonar a algo demasiado inocente, algunas personas preferimos levantarnos cada mañana con el propósito de encontrar algún atisbo de humanidad, corazón y buenos sentimientos en todas y cada una de las personas con las que nos relacionamos hasta la noche. Y rezamos porque esa pequeña semilla de bondad esté ahí aunque nosotros no la hayamos podido ver. Pero sabemos que no es fácil mantener esta esperanza observando a quienes infligen dolor y sufrimiento en otros seres humanos con extrema frialdad, violencia y crueldad. Como tampoco nos ayudan quienes permanecen impasibles e indolentes ante el grito de ayuda de sus semejantes. Pero, por desgracia, la vida nos enseña con dureza que no siempre ganarán los buenos ni prosperarán los que dicen la verdad, son justos o buscan el bien de sus semejantes.  

Por mucho que estemos tentados a hacerlo, no podemos abandonar nuestros valores o renegar de nuestras creencias, ni siquiera aunque no seamos el mejor ejemplo de ellos o ellas con nuestras propias acciones. Valorando positivamente nuestra perseverancia por ser un poco mejores cada día, cuando sería más fácil dejarlas a un lado para ser más aceptados por la mayoría. Hoy es casi un auténtico acto de valentía reconocerse creyente cuando lo que se percibe ante ello es hostilidad y rechazo no ya de quienes se posicionan en contra de todos los valores cívicos, sino paradójicamente de quienes dicen estar también en consonancia con ellos; con la democracia, la libertad de expresión y la educación en los valores de la solidaridad y la tolerancia. Y sin embargo, se empeñan en imponer que las religiones sean algo privado, como si no formaran parte de nuestras culturas y porque así les gusta verlas a quienes no las practican, salvo cuando les interesa. Obviando que todas las religiones tienen también una importante dimensión humana de convivencia, solidaridad, diálogo y de transmisión de sus valores, ofreciendo la posibilidad de conocer su historia y principios, sin imposición de hacerlo; ni que por el simple hecho de aprender sobre lo que las religiones pueden aportar, se correrá el "peligro" de ser "adoctrinado" más de lo que supondría pertenecer a un club deportivo, partido político o grupo de fans.

Quizá debamos aceptar que sea difícil embarcarse en algunas dinámicas de nuestro mundo; pero lo cierto es, que lo hagamos o no, no dejemos de ser quienes somos.