
Ciertamente hay situaciones que generan un vacío, un dolor o una necesidad, tales como el aislamiento, la ausencia de amor compartido en pareja, falta de afecto familiar, una débil autoestima, una espiritualidad inmadura, una salud delicada, una pérdida irreparable, decepciones en cuanto al trabajo, los/as amigos/as...etc. Y éstas, sólo nos llevan a aspirar hacia lo que no tenemos perdiendo hasta lo que se nos había regalado, a beber de aguas oscuras que jamás saciarán nuestra sed y a soñar con una felicidad que no es más que una vana ilusión.
Pues el amor, la felicidad, la paz interior se conjugan en presente y en plural. Creemos, amamos, acompañamos, reímos, sentimos, soñamos, vivimos, experimentamos, educamos, ayudamos, escuchamos, abrazamos, trabajamos, cambiamos, perdonamos y pedimos perdón.
Aquello verdaderamente importante, que forma parte de nuestro día a día, pero que precisamente por eso, no solemos valorarlo como se merece; se transforma en algo más grande y fundamental que aquellos vacíos. Lo que nos sostiene, da fuerza, confianza y nos empuja a no rendirnos...es ya un hermoso tesoro que debemos apreciar y acrecentar. Sin por ello tener que renunciar, a que algún día alcancemos lo que, hoy por hoy, nos parece imposible.