Al igual que se pueden hacer
reflexiones sobre valores educativos, también se podría decir mucho sobre
contravalores, malas formas o actitudes reprobables.
El deliberado silencio sobre
algunos temas, juicios de valor sobre hechos o personas que denotan una
ausencia o deterioro de valores éticos universales; así como la falta de denuncia expositiva
en este blog sobre situaciones injustas, de abuso de poder, violentas e
insolidarias, que podemos conocer diariamente a través de las noticias o que puedan
formar parte de nuestras experiencias cotidianas, no tiene como finalidad ignorar
la realidad de lo que nos rodea, ni mirar para otro lado.
Con nuestras pequeñas reflexiones
no se intenta maquillar la realidad de las sociedades, que se califican a sí
mismas como desarrolladas; en las que, sin embargo, los derechos humanos y valores
constructivos, motivadores, solidarios o esperanzadores, están brillando por su
ausencia. Ni se quiere dulcificar la vida hasta transformarla en una fotografía
“retocada” y amable de otra, muy
distinta, en la que millones de personas no tienen lo más necesario para
subsistir.
Aunque con esta entrada, ha de
reconocerse de forma expresa, que la indignación, decepción o repulsa que
pudieran ocasionar ciertos comportamientos, actitudes y hechos, más si cabe si
son protagonizados por personas que dicen guiarse por valores cívicos o
religiosos, supone un esfuerzo cada vez mayor para profundizar justamente en el
valor positivo opuesto. Quizá esperando que el mal pueda ser vencido a fuerza de
bien; y por eso, nunca esté de más que, al menos, no paguemos con la misma moneda...
La finalidad educativo-pedagógica del blog, empuja más bien a que por medio de las palabras sembremos valores de paz y esperanza, motivación, de entendimiento, respeto, acuerdo y estima. De empatía y asertividad. Confianza y bondad. Honestidad y justicia.
Y por ese motivo, sobre contravalores observados que se podrían señalar y difundir por la red, optamos, de momento, por un discurso sin palabras.