CONFIANZA


En estos primeros días de septiembre, podría parecer que solamente hay que hablar de los medios necesarios para un inicio de curso seguro. Sin embargo, no es menos importante que dediquemos un momento a reflexionar sobre nuestra capacidad de confiar.

La confianza se sostiene en lo más esencial y profundo del ser humano que no es otra cosa que aquello que le empuja a trascenderse a sí mismo. Que le hace reencontrar el vínculo de su origen como criatura que se descubre dentro de un proyecto creador, de un plan, que le implica profundamente con la realidad que tiene delante para cuidarla y mejorarla. 

La confianza nos conduce y hace crecer. Es nuestra mascarilla invisible frente al virus del miedo y el contagio del pesimismo. Es una vacuna efectiva ante la irresponsabilidad porque quien sabe confiar, se sabe responsable de quienes en él o ella han puesto también su confianza. 

La confianza genera una transmisión comunitaria de solidaridad que se traduce en consuelo, en apoyo, en compañía, esperanza y amor, que es la mejor lección que podemos transmitir a los más jóvenes en estos momentos. 

Fortalecer los pilares de la confianza nos puede ayudar mucho a superar esta crisis. Pues la confianza nos aporta seguridad en nosotros mismos y la fortaleza interior que necesitamos para que nuestro pequeño mundo no se derrumbe y que, como aquel junco de la canción "resistiré" que tanto hemos escuchado, pueda doblarse frente a cualquier dificultad, pero siempre, siempre, nos haga seguir interiormente de pie.  

Hagamos un verdadero ejercicio de confianza transmitiendo calma y cordura. Poniendo sentido común y haciendo todo lo mejor posible. Fortaleciendo nuestras fragilidades desde la autoestima y la cooperación. Confiemos en lo que nos dicen y esforcémonos en mejorar la realidad desde la crítica constructiva y espíritu de superación. Ánimo, contagiemos confianza. 

Algunas de las palabras de la segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,1-3.6-12 subrayan cómo la confianza puede materializarse en actitudes y dinámicas encaminadas al bien propio y ajeno. "Te deseo la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios y de Jesucristo" (...) "te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido" (...) "El Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad" (...) "Sé en quién he puesto mi confianza".