APRENDIZ DE LA VIDA


Comienza un nuevo año. Quisiera que todos lo empezáramos como un joven aprendiz que comienza la aventura de vivir. Que desea aprender de cada experiencia, de cada situación, de cada dificultad que se presente. 

Espero que la vida, siempre maestra, nos enseñe en cada momento las herramientas necesarias con las que poder superar nuevos obstáculos. Y que nos siga corrigiendo cuando equivocadamente creamos que ya lo sabemos todo. Que sigamos escuchando las voces de tantos maestros de lo cotidiano que saben ver lo positivo y sacan lo mejor de cada uno de nosotros. 

Quisiera ser un aprendiz al que no avergüence reconocer que no tiene respuestas para todo. Y no tener ningún orgullo o autosuficiencia que le impida pedir ayuda a otros cuando la necesite. Y ser para ti o que seas tú para mi como un ángel caído del cielo en el momento justo. Porque, entre aprendices, lo que uno no sabe, otro ya lo aprendió. Y debemos enseñar y aprender a ayudarnos. 

Aunque seamos un aprendiz muy exigente con nosotros mismos, debemos ser benévolos con nuestros errores y aún más con los ajenos. No obstante, para aprender, a veces, es necesario equivocarse.   

Se dice que la Fe mueve montañas. Pero lo más importante es aprender a creer que para Dios no hay nada imposible. Y que con nuestra disponibilidad podrá mover nuestros corazones para hacer de este mundo un taller en el que quiso enseñarnos a ser felices, a ayudar a los que lo necesitan y amar a quienes incluso no se lo merecen. A perdonar y a olvidar. A prescindir de envidias y rencores. Un taller de amor donde cada aprendiz es especial, único e imprescindible. 

Posiblemente nos hagan falta muchos años para conseguir aprender todo ello. De ahí que en adelante y hasta que podamos encontrarnos con el verdadero Maestro, sea lógico que queramos ser siempre un eterno aprendiz de esta vida. Y comencemos este nuevo año aprendiendo a agradecer lo que otros aprendices han compartido con nosotros. Por todo, gracias. 



DISCRECIÓN EN LA RED



En medio de un inmenso mar de exposición mediática en la red virtual, resulta cuanto menos útil o necesario proponer una reflexión sobre la discreción. Para ello deberíamos empezar haciéndonos la pregunta de cómo queremos "aparecer" en las redes o simplemente sobre qué actitud queremos tener públicamente en Internet. 

Hay personas que ya no ven la necesidad de poner ningún límite entre lo público y lo privado. Y en sus redes, en consecuencia, transmiten sin ningún pudor todo tipo de informaciones personales. Otros en cambio, son extremadamente prudentes y se limitan a compartir sobre la vida de otros, sobre asuntos o noticias de dominio público, que poco o nada dicen sobre quien las comparte más allá de sus gustos o preferencias. Pero hay también quien comparte cosas sin más, a veces, sin ser consciente del contenido compartido.   

Otros no salen en la foto porque hay quienes desean hacerles invisibles. Sutilmente son olvidados por quienes se sienten de alguna manera amenazados o cuestionados por sus logros. A estos que pretenden borrar a otros les gustaría hacer realidad lo de que lo que no sale en la red no existe. Y se esfuerzan en recortar fotos, en no compartir sus noticias o en desviar la atención mediática. Ante esta actitud, y sobre todo en bien de la difusión de actividades grupales, habrá que buscar la forma de reivindicarse ante estos abusones virtuales con la paz y seguridad en la autoestima que posee quien no vive de la apariencia y por tanto no le hace menos feliz no salir en una foto, que le bloqueen o no recibir un "like". Con las actitudes de los "abusones" sólo se pone de manifiesto la ridiculez, estrechez de miras y prepotencia de quien manipula la información pensando que los demás son menos inteligentes o peores. 

No está de moda el valor de la discreción. Pero no por ello deja de ser algo valioso que dice mucho sobre las personas. Sobre la sencillez o humildad que, sin ni siquiera pretenderlo, pone en evidencia todo afán de protagonismo. Sobre la búsqueda de la esencia que va mucho más allá de la apariencia. Sobre fijarse en lo que importa y prescindir de lo secundario. Que prioriza una vida auténtica ante una vida virtual detrás de la cual hay grandes vacíos y carencias. Sobre la prudente inteligencia de no exponer cuanto pueda ser usado en nuestra contra y en perjuicio de quienes amamos. Sobre compartir felicidad, aprendizajes y todo cuanto contribuya a mejorar el mundo sin falsos perfiles ni mentiras en la red.