APRENDIZ DE LA VIDA


Comienza un nuevo año. Quisiera que todos lo empezáramos como un joven aprendiz que comienza la aventura de vivir. Que desea aprender de cada experiencia, de cada situación, de cada dificultad que se presente. 

Espero que la vida, siempre maestra, nos enseñe en cada momento las herramientas necesarias con las que poder superar nuevos obstáculos. Y que nos siga corrigiendo cuando equivocadamente creamos que ya lo sabemos todo. Que sigamos escuchando las voces de tantos maestros de lo cotidiano que saben ver lo positivo y sacan lo mejor de cada uno de nosotros. 

Quisiera ser un aprendiz al que no avergüence reconocer que no tiene respuestas para todo. Y no tener ningún orgullo o autosuficiencia que le impida pedir ayuda a otros cuando la necesite. Y ser para ti o que seas tú para mi como un ángel caído del cielo en el momento justo. Porque, entre aprendices, lo que uno no sabe, otro ya lo aprendió. Y debemos enseñar y aprender a ayudarnos. 

Aunque seamos un aprendiz muy exigente con nosotros mismos, debemos ser benévolos con nuestros errores y aún más con los ajenos. No obstante, para aprender, a veces, es necesario equivocarse.   

Se dice que la Fe mueve montañas. Pero lo más importante es aprender a creer que para Dios no hay nada imposible. Y que con nuestra disponibilidad podrá mover nuestros corazones para hacer de este mundo un taller en el que quiso enseñarnos a ser felices, a ayudar a los que lo necesitan y amar a quienes incluso no se lo merecen. A perdonar y a olvidar. A prescindir de envidias y rencores. Un taller de amor donde cada aprendiz es especial, único e imprescindible. 

Posiblemente nos hagan falta muchos años para conseguir aprender todo ello. De ahí que en adelante y hasta que podamos encontrarnos con el verdadero Maestro, sea lógico que queramos ser siempre un eterno aprendiz de esta vida. Y comencemos este nuevo año aprendiendo a agradecer lo que otros aprendices han compartido con nosotros. Por todo, gracias.