BÚSQUEDA DE SENTIDO


Para muchas personas, la Semana Santa ha dejado de tener sentido. Pero sigue siendo una oportunidad en el calendario para preguntarnos en qué creemos. Cuáles son nuestras convicciones y si estas se lanzan a una búsqueda de sentido más allá de nuestros parámetros, confiando en el relato que nos presenta la fe cristiana.

Ante un mundo que está cargado de preguntas, no podemos mirar hacia otro lado, eludiendo las respuestas. Pero dónde buscarlas, hacia donde mirar...

Ciertamente ninguno de nosotros estuvo presente hace dos mil años, para comprobar de primera mano si cada relato que nos cuenta el Evangelio fue tal y como lo conocemos. No vimos a Jesús entrar en Jerusalén. No lavó nuestros pies ni estuvimos junto a Él en su Última Cena. ¿Le traicionamos? No le acompañamos en su hora más difícil en el huerto ni pudimos salir corriendo cuando le apresaron. ¿Le negamos? Tampoco puede afirmarse que fuéramos nosotros quienes nos lavamos las manos ante su injusta condena. Seguramente, como Simón de Cirene, también nos hubiéramos resistido a ayudarle a cargar con el madero. No estuvimos a los pies de su cruz. Ni comprobamos su pulso para ver si realmente había muerto. Puede que no hubiéramos sido ni siquiera lo suficientemente valientes como para pedir su cadáver y enterrarlo, como finalmente hizo Nicodemo, aunque siempre lo siguió en secreto. Y más difícil aún, quizá no hubiéramos esperado al tercer día como algunos discípulos y nos hubiéramos vuelto a nuestra casa en Emaús, decepcionados y descorazonados. Y aunque hubiéramos escuchado a una de las mujeres del grupo, que estaba vivo, posiblemente la hubiéramos tomado por loca. O nos hubiera gustado ver y tocar, con pruebas, como a Tomás. 

Pero tenemos la oportunidad de comparar nuestras experiencias con aquellas que nos relata el Evangelio si confiamos en la palabra de alguien porque le conocemos; podemos observar cómo nuestra sociedad ensalza a las personas y al poco tiempo las rechaza. Nos gusta o gustaría admirar la sencillez y humildad de algunas personas si son poderosas o relevantes. Sabemos valorar lo importante que es compartir, festejar y estar unidos, en "familia", aunque sea con una simple comida. Creemos en la fidelidad y en la lealtad de una amistad que no nos deja tirados en los malos momentos. Quizá no tengamos vergüenza o miedo a posicionarnos frente a la injusticia. Ayudemos a otros, más o menos queridos, solidariamente a sobrellevar sus "cruces" o sus pobrezas... Estemos a los pies de la cama de nuestros seres queridos cuando enferman y agradezcamos la compañía cuando seamos nosotros quienes no podamos dar pie. Hayamos llegado a la certeza de que el amor a quienes un día amamos no desapareció ni cuando la muerte nos separó de ellos. Hayamos sido honestos o valientes, aunque nos hayan pagado con desprecios. Habrá personas que interiormente, en su corazón, se pregunten porqué esta vida es tan corta e injusta. Y quizá, como a nosotros, a muchos no les importe que les llamen locos, si a pesar de todo, creen más allá de toda evidencia, pero convencidos y dando testimonio de que la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, da sentido a su experiencia de vida. 

A veces, aún sin "pruebas"se llega a ver el sentido profundo de las cosas, quizá por ello, el Evangelio nos enseñe que son "dichosos los que creen, sin haber visto".