ESPERANZAD@S

Siempre me ha parecido que la esperanza es uno de los valores más difíciles de acrecentar y de transmitir como persona y educador. 

Pues hay momentos de nuestra historia, en los que la incertidumbre, la desesperanza y la adversidad, son tan acuciantes que es complicado atisbar esas luces de esperanza que se encuentran en el fondo de cada corazón. Pero estar, están. Como dicen por tierras gallegas, haberlas haylas. Quizá lo que nos ocurra es que no estemos lo suficientemente acostumbrados a explorar mar adentro en busca de nuestros tesoros ocultos, que son las razones o convicciones con las que se construye el barco de nuestra esperanza. Fe, amor, vocación, misión, confianza, solidaridad, integridad, positivismo, fortaleza, abnegación, esfuerzo, entrega...y muchos más, pueden conformar parte del núcleo fundamental que nos mantenga a flote, y ser considerados no ya como algo externo a ti mismo/a, ni como una meta lejana e insustancial, sino como algo connatural que nos caracteriza e identifica. 

A menudo, la gente suele pensar que la esperanza es una creencia etérea, un mero sentimiento o una ilusión (en sentido de irreal o fantasiosa, irrealizable o imposible). Pero nada más lejos de la realidad. La esperanza es parte de nuestro ADN, pues si algo caracteriza al ser humano, desde los albores de la humanidad, es su capacidad de curar sus heridas, rehacerse, levantarse y comenzar de nuevo. Convéncete de que aunque sean grandes tus retos, más grande es tu esperanza. 

Quien descuida o a quien le arrebatan este valioso regalo, quizá por el arrastre de las poderosas corrientes de la inhumanidad, la falta de dignidad, respeto, oscuras perspectivas de futuro o la crudeza que encierra en sí misma la fragilidad de la naturaleza o la vida humana; está perdiendo una parte esencial de la vida. Quien no se acompaña de esta brújula de sentido, navega errante, sin rumbo, sin asideros (donde sujetarse) por un tiempo o quizá por demasiado tiempo. Hasta que esta extraordinaria, sobrehumana y providencial virtud o capacidad de ser esperanzad@s se vaya abriendo camino entre la espesa penumbra de los miedos, las inseguridades e incluso de injusticias, brillando tanto, que pueda servir de faro guía a otras personas que puedan hallarse desorientadas o desconcertadas.

Por corta o larga que sea nuestra travesía por el mar de la vida, no olvidemos desplegar todas nuestras velas (las del conocimiento, la espiritualidad, la capacidad de relación...) y dejarnos llevar siempre por el Viento de la esperanza.