FRIALDADES


Existen fríos y fríos. Malos son los que se refieren al tiempo. Pero peores resultan ser los que padecen las personas. Distancia, desconfianza, indiferencia, silencio, soberbia, ironía. Muchas pueden ser las formas con las que aparezcan estas gélidas actitudes. Y muchos también los momentos donde se sufren, como ante un poderoso, un jefe... o ante quienes, hagan lo que hagan, tienen la costumbre de ponerse o creerse por encima de otras personas. 

Hay frialdades que como el viento del invierno, automáticamente nos callan al cortarnos la cara; otras nos quitan la salud y la paz si consiguen enfermarnos con el virus del reproche y la mentira para que entremos en su juego; y otras, más viles, simplemente nos hacen apartarnos de la calle y de sus gentes por pura supervivencia teniendo que protegernos en nuestras casas, al abrigo de nuestro hogar y de nuestra familia. 

Ser prudente, tímido o serio no es ser frío. Quizá en apariencia, pero no en su fondo. Aunque también pudiera darse el caso contrario. De quien sólo en apariencia es amigable. Pero sólo en apariencia. Menos mal que en el tiempo se conoce a las personas y como por estas tierras dicen, si éstas tienen "doblez". Y a las que son calculadoras y egoístas, se les acaba viendo. 

Quizás sólo haya que esperar al calor de la primavera, donde estas frialdades ya no se puedan enmascarar (entre buenas intenciones, crisis económicas u otras circunstancias...) quedando apartadas entre las sombras de su propia soledad, allá a lo lejos como las nieves residuales de las cumbres montañosas, tan altaneras como siempre. Por encima, sí; pero solas. Porque quien permanece con el corazón frío jamás podrá conocer el calor de quien ama y es amado.

Con la tenue esperanza de que esa gran maestra que es la vida, algún día les enseñe a valorar las buenas formas, la hospitalidad, el detalle, la atención, la paciencia, y hasta el perdón que otras personas tuvieron hacia ellas.