SER QUIENES SOMOS

Por mucho que se intente, no será nada fácil entender porqué hay gente que se cree por encima del resto de la gente. No más inteligentes o capaces para realizar algo por habilidad; sino simplemente “superiores”, como por encima del bien y del mal. Embriagados por su petulante arrogancia, seguros desde sus palacios de poder, creyéndose semidioses por su dinero o por su posición jerárquica. Resulta increíble cómo olvidan o pretenden ignorar que todos somos iguales en dignidad. Y te marcan quién debes ser o cómo debes comportarte.

Por ingenuo que suene, cuesta aceptar que haya personas que no sean buenas por naturaleza. Aunque pueda sonar a algo demasiado inocente, algunas personas preferimos levantarnos cada mañana con el propósito de encontrar algún atisbo de humanidad, corazón y buenos sentimientos en todas y cada una de las personas con las que nos relacionamos hasta la noche. Y rezamos porque esa pequeña semilla de bondad esté ahí aunque nosotros no la hayamos podido ver. Pero sabemos que no es fácil mantener esta esperanza observando a quienes infligen dolor y sufrimiento en otros seres humanos con extrema frialdad, violencia y crueldad. Como tampoco nos ayudan quienes permanecen impasibles e indolentes ante el grito de ayuda de sus semejantes. Pero, por desgracia, la vida nos enseña con dureza que no siempre ganarán los buenos ni prosperarán los que dicen la verdad, son justos o buscan el bien de sus semejantes.  

Por mucho que estemos tentados a hacerlo, no podemos abandonar nuestros valores o renegar de nuestras creencias, ni siquiera aunque no seamos el mejor ejemplo de ellos o ellas con nuestras propias acciones. Valorando positivamente nuestra perseverancia por ser un poco mejores cada día, cuando sería más fácil dejarlas a un lado para ser más aceptados por la mayoría. Hoy es casi un auténtico acto de valentía reconocerse creyente cuando lo que se percibe ante ello es hostilidad y rechazo no ya de quienes se posicionan en contra de todos los valores cívicos, sino paradójicamente de quienes dicen estar también en consonancia con ellos; con la democracia, la libertad de expresión y la educación en los valores de la solidaridad y la tolerancia. Y sin embargo, se empeñan en imponer que las religiones sean algo privado, como si no formaran parte de nuestras culturas y porque así les gusta verlas a quienes no las practican, salvo cuando les interesa. Obviando que todas las religiones tienen también una importante dimensión humana de convivencia, solidaridad, diálogo y de transmisión de sus valores, ofreciendo la posibilidad de conocer su historia y principios, sin imposición de hacerlo; ni que por el simple hecho de aprender sobre lo que las religiones pueden aportar, se correrá el "peligro" de ser "adoctrinado" más de lo que supondría pertenecer a un club deportivo, partido político o grupo de fans.

Quizá debamos aceptar que sea difícil embarcarse en algunas dinámicas de nuestro mundo; pero lo cierto es, que lo hagamos o no, no dejemos de ser quienes somos.